¿Habrá comida para todos en 2050?
lunes 22.feb.2010 por RTVE.es
No sin una importante reestructuración de nuestra capacidad productiva de alimentos, para mediados del siglo XXI seremos 9.000 millones de seres humanos. Y no podremos cultivar y criar alimentos para todos, a no ser que cambiemos drásticamente nuestros métodos agrícolas. Porque el ritmo de crecimiento de la población mundial se ha ralentizado, pero no se ha detenido: seguimos siendo cada vez más. Y además los países pobres son cada vez más ricos, lo que aumenta la demanda de más y mejores alimentos entre sus poblaciones. Estos dos factores se suman; según algunos cálculos para 2050 será necesario producir entre un 70 y un 100% más comida de la que hoy producimos. A ser posible sin cargarnos (todavía más) el planeta.
Diversos análisis intentan delinear estrategias que permitan alcanzar este objetivo, y combinan las tecnologías agrícolas con cuestiones sociopolíticas para intentar encontrar un modo de que el crecimiento de la demanda los próximos 40 años no acabe con lo poco que queda de los ecosistemas de la Tierra. En muchas zonas ya hemos alcanzado los límites de explotación con la tecnología disponible y a costa de graves daños ecológicos; la competición por las escasas áreas todavía no explotadas y por otros recursos necesarios (como el agua) se caldeará durante las próximas décadas. Nuevas tecnologías, como la ingeniería genética, pueden aliviar la situación un tanto. Pero sólo un replanteamiento serio del sistema de producción, transporte y distribución de alimentos podrá garantizar que haya para todos. Hay indicios preocupantes.
Ya no quedan zonas por roturar, valles que irrigar o pesquerías por explotar sin graves costes ecológicos. Se han alcanzado, en la práctica, los límites de crecimiento con las actuales tecnologías.
Aunque no de mejora. Una de las estrategias posibles es aplicar al máximo toda la batería de conocimientos actuales a todas las zonas de producción, que muestran una gran variabilidad de rendimiento, para que todas produzcan en o cerca del óptimo. Las variedades de cultivo y las técnicas de regadío, fertilización, rotación de cultivos, biodiversidad, etc. que usan las zonas más productivas podrían exportarse a las que producen menos. Este sistema parece racional, pero tiene el inconveniente de que tropieza con la globalización de los mercados: en áreas de baja productividad es más rentable comprar de otras zonas que invertir en cultivos de bajo rendimiento. Además, la producción agrícola tiene consecuencias, en términos de emisión de gases de efecto invernadero y reducción de la biodiversidad, cuyo impacto podría ser desproporcionado.
Estas mejoras sostenibles de rendimiento pueden combinarse con nuevas semillas obtenidas con técnicas de ingeniería genética. Las nuevas variantes serán más sofisticadas que las primeras comercializadas, que se caracterizan por ser resistentes a un pesticida o plaga única;se trabaja en adaptaciones fisiológicas de las plantas a circunstancias complejas, como el agua salobre o la sequía, lo cual permitirá el cultivo de áreas hoy infértiles y el aumento de la producción. El uso de técnicas de acuicultura permitirá aumentar el consumo de pescado sin por ello deteriorar aún más el medio marino. Se puede producir más comida.
Pero quizá los métodos más interesantes para aumentar la cantidad de alimentos disponible sean los que tienen un componente económico/sociológico. Tecnologías que reduzcan los desperdicios y mejoren la conservación de la comida podrían tener un enorme impacto: según algunos cálculos hasta el 40% del total producido se pierde, lo que proporciona un enorme campo de mejora sin siquiera aumentar el rendimiento. El ajuste de las dietas, reduciendo el consumo de los productos menos rentables energéticamente (como la carne de vacuno) a cambio de otros adecuados para la nutrición y a la vez eficientes podría asimismo mejorar el nivel general de alimentación sin necesidad de hacer crecer la producción.
Lo más interesante de las conclusiones es que un único conjunto de técnicas no será suficiente para dar de comer al planeta. No basta con mejorar la producción, ni siquiera con semillas mejoradas mediante ingeniería genética y sofisticadas técnicas acuícolas: para dar de comer a 9.000 millones de personas hará falta una verdadera revolución en el modo de organizar la producción de alimentos a nivel mundial y en todos sus aspectos, incluyendo los económicos. Cierto es que ya ha habido informes pesimistas sobre el futuro del mundo, según alguno de los cuales deberíamos estar ya en un planeta estéril devorándonos los unos a los otros; laRevolución Verde pospuso esos problemas mediante un gran aumento de la producción basado en el petróleo (fertilizantes, mecanización, nuevas variantes adaptadas), y con un coste ecológico. Lo que está claro es que el próximo salto en la capacidad de producir alimento no va a ser tan sencillo. Lo que sí va a ser es imprescindible, y mejor que sea sostenible. O lo pasaremos mal.